Agorafobia, o cuando el miedo te da miedo

Agorafobia, o cuando el miedo te da miedo

La acepción original de esta palabra remite al miedo a los espacios abiertos, pero con el tiempo su sentido se ha ampliado al temor que sienten algunas personas a lugares, situaciones o ambientes que le causan ansiedad o ataques de pánico.

Quienes padecen este tipo de fobia sienten una gran inseguridad en aquellos sitios donde se congregan multitudes o simplemente en lugares públicos. Por eso el agorafóbico necesita estar acompañado de alguien de su confianza cuando sale a la calle o debe asistir a cualquier lugar abierto donde hay gente presente o transitando.

Agorafobia, miedo al miedo. Control mental y ansiedad.
Agorafobia, miedo al miedo. Control mental y ansiedad.

Causas y síntomas de la agorafobia

Aunque no puede hablarse de causas exactas de la agorafobia, hay una serie de factores que pueden incidir en su aparición y desarrollo. Las personas de temperamento nervioso o ansioso son proclives a ésta. Pero también se puede presentar por un estado depresivo prolongado y no tratado a tiempo.

Un suceso traumático en un espacio público como una trifulca en un estadio o en una protesta ciudadana pueden llevar a una persona a desarrollar ese miedo a los espacios públicos. Y un factor muy frecuente en su incidencia se da en personas de prolongada adicción al alcohol o a algún tipo de droga.

Entre sus posibles causas no se descarta la predisposición genética, sobre todo en aquellos casos en que la agorafobia se deriva de algún tipo de trastorno mental.

Los síntomas más frecuentes y notorios son:

  • Miedo a salir solo de casa sin alguna causa o razón aparente.
  • Miedo a estar en espacios abiertos como una plaza, la vía pública o un parque.
  • Miedo a estar en espacios cerrados de uso público como un ascensor, un cine o una oficina.
  • Dolor en el tórax.
  • Temblores o estremecimientos.
  • Excesiva sudoración.
  • Taquicardias.

Como puede verse los cuatro últimos síntomas de esta lista se derivan del miedo a las situaciones o ambientes que los preceden. Por esto puede decirse que los síntomas pueden variar de una persona a otra, a excepción del síntoma del miedo en sí mismo.

Diagnóstico y tratamiento

Para su diagnóstico riguroso y confiable es imprescindible la consulta o entrevista con un especialista en salud mental. De una evaluación psicológica apropiada, sobre la base de signos y síntomas manifiestos, puede concluirse el padecimiento de agorafobia y determinar si no es consecuencia de algún trastorno mental que comienza a desarrollarse.

Es muy oportuno advertir que debe evitarse el autodiagnóstico, ya que es una tendencia muy común que puede traer consigo mayores problemas que evitarían el tratamiento adecuado según cada caso específico.

El tratamiento de la agorafobia que según los expertos resulta más efectivo. es el que se conoce como terapia de exposición, que en ciertos casos se combina con la prescripción de antidepresivos.

La terapia de exposición, con la debida asistencia de un médico especialista, se realiza confrontando y manteniendo a la persona con lo que le produce temor, de manera que vaya familiarizándose con esos ambientes que le producen ese temor irracional.

En otros casos, cuando la agorafobia es un síntoma derivado o subyacente de conflictos de índole psicológica, también resulta muy efectiva la psicoterapia. Lo importante es que en cualquiera de los casos debe ser tratado para evitar que se intensifique y lleve a peores complicaciones.

Prevención y evitar complicaciones

Se desconocen las causas que de manera específica pueden llevar a una persona a ser agorafóbica, por lo que su prevención es casi imposible. Pero quienes padecen de frecuentes estados de ansiedad y comienzan a retraerse y evitar las salidas a la calle o a cualquier otro lugar público, deberían buscar de inmediato ayuda profesional porque puede tratarse del principio del padecimiento de este tipo de fobia.

Si no se trata a tiempo, bien sea por iniciativa propia o por recomendación de un familiar o un allegado, la agorafobia se convierte en una espantosa limitación para la realización de las actividades diarias. La persona que la padece va acabando con su vida social y familiar porque no quiere salir de casa, se deprime con frecuencia y puede incurrir en el abuso del alcohol o las drogas.

La agorafobia no es en sí misma una enfermedad grave, pero puede complicarse mucho. Sobre todo, cuando es uno de los síntomas de algún tipo de trastorno mental o de personalidad no tratado a tiempo ni de la manera adecuada.

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